Naturalmente,
también la práctica efectiva de la educación humanística se afirmó en Italia
antes que en el resto de Europa. Muchos de los más grandes humanistas fueron
también maestros no sólo de categoría universitaria, sino también en el nivel
medio. Algunos de ellos, como Gasparino Barzizza (1359-1431), profesor de
Padua, al mismo tiempo que enseñaban públicamente en una universidad;
mantenían por su cuenta pequeñas escuelas-pensión (contubernia), es
decir, aceptaban como pensionados a jóvenes a los que preparaban en los
estudios clásicos del nuevo tipo y para los cuales no eran suficientemente
propedéuticas las escuelas comunales atendidas por el clero o por modestos
profesores municipales.
Por
lo que toca a los estudios universitarios, ya hemos dicho que los humanistas
tropezaban a menudo con no pocas dificultades para introducir en ellos sus
enseñanzas y su espíritu. Esta circunstancia, junto con el surgimiento de una
situación político-social en la que nuevas clases pudientes y nuevos señores
ilustrados demostraban un profundo interés por la cultura, sin que ese interés
hallase satisfacción por los normales conductos universitarios (por lo demás,
la Universidad preparaba teólogos y juristas, pero concedía poco a la cultura
“desinteresada”), determinó el surgimiento de algunas instituciones privadas de
alta cultura, las “Academias”.
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